viernes, 29 de enero de 2010

Sudamericanas en Londres


Es nuestro primer viaje, a Lulú no le agrada la idea de ser una exiliada de los afectos, pero me fué fácil convencerla de hacer este viaje a Londres juntas.
Yo en cambio adoro la idea de ser ciudadana del mundo y mezclarme entre olores y sabores ajenos a los de mi terruño.
Londres nos recibió con el frío de una relación entre cuñadas.
Llegando a heathrow, Lulú ya estaba en pánico por la barrera idiomática. Le dije entonces: Relájate y pensá que sos divisa entrante y los que se tienen que esforzar en entenderte son ellos y no vos, tonta.
En mi interior sabía que era mentira, pero antes que pasar la estricta aduana británica con Lulú colapsada, preferí mentir. Mi inglés no es muy bueno, pero al ponerme en personaje siento que soy Agatha Cristie y no sé si me entienden o doy lástima, pero no me importa, en cambio el inglés de Lulú es peor, solo sabe el del del colegio secundario y el que está escrito en los potes de las cremas y los cosméticos anti-age.
Por suerte nos estaban esperando, ya que habíamos contratado un transfer al hotel, llegábamos de madrugada y la sola idea de pensar en dos mujeres sudamericanas, solteras y de estética particular solas en el aeropuerto, era terrible.
Solo teníamos cinco días para conocer la ciudad de Lewis Carroll, Lady Diana y de Jack el destripador. Solo cinco días ya que Lulú no pudo pedir más en su trabajo estatal y ya no le quedaban artículos para tomarse. Una pena pero le íbamos a sacar el jugo.
Al levantarnos por la mañana fuimos al British Museum a admirar lo que saquearon y la proporción en que lo hicieron, después caminamos por Russell square, Piccadilly Circus y cita obligada en Harrods.
Ahí Lulú enloqueció en la sala de cosméticos, rizadores de cabellos, pestañas postizas y fragancias inglesas. Yo en cambio preferí los dulces y las últimas colecciones de los mejores diseñadores de zapatos de Europa. Salimos hartas de tanto glamour y de tanto caminar los infinitos pasillos entre los escaparates.
Al otro día; Mercado de Nothing Hill, palacio de Buckingham, Victoria, Trafalgar Square y deambular por las calles como dos hienas, a las risotadas y marcando territorio. Después Saint Paul y todo lo que esta ciudad nos ofrecía.
Al tercer día de nuestra British experience, llegamos al hotel y fuimos directo a nuestra habitación del sexto piso, nos sacamos nuestros tapados, la ropa de abrigo y quedamos ahí, en bombacha y degustando un cigarro de la risa y un rico te. Tenía ganas de tomar un baño pero Lulú me entretuvo, gracias a dios, con el itinerario del día siguiente. Entonces empezó a sonar una alarma suave en el cuarto, pensamos que era la alarma del teléfono que habíamos estado investigando a la mañana, pero el ruido era cada vez más fuerte. Yo buscaba desesperada de donde venía y Lulú me lo aclaró; cruzada de piernas, llorando de la risa y con su taza de té en la mano: Paqui viene de ese aparato en el techo.
Yo colapsé, me quedé pálida, histérica. Lulú se está incendiando el hotel, le grité, tenemos que irnos. Corrí a la puerta salí al pasillo y vi que todos salían de sus cuartos hacia las escaleras, no sé que era peor, saber que estábamos en un hotel que ardía o que me hayan visto en bombacha en el corredor del hotel.
Entré al cuatro y le dije Lulú: agarrá tus cosas, vestite y salgamos. Ella se reía pensó que era una broma. Tomé mi bolso de mano metí el pasaporte , el pasaje de vuelta y las liras que teníamos, me puse unos jeans, las botas en las manos, una campera de abrigo y salí del cuarto.
Lulú me decía ¿te parece salir con campera? Le dije Corre y no seas boluda que nos prendemos fuego!!!!! Agarrá tus cosas más importantes y salí. Dale!!!!
Ambas nos fuimos por las escaleras de incendio, después de convencer a Lulú de no usar el ascensor, bajamos entre el maremágnum de personas los seis pisos y terminamos en la calle junto a los otros huéspedes del hotel a la intemperie de un Londres de 2 grados.
La gente murmuraba mientras se oía a lo lejos las sirenas de los bomberos. Más tranquila pero con la incertidumbre de lo que sucedería, busqué a Lulú entre la muchedumbre. Ahí estaba, sentada con su tapado animal print, su porta cosméticos y las bolsas de compras de Harrods en la mano. Al fin de cuentas era su tesoro más preciado.
Paqui Derma
Londres 1/27/10

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